Hoy te escribo desde mi casa en Andorra, pero quizá pasado mañana te escriba desde Nueva York o desde Tokio, o desde cualquier parte del mundo. Y esto es gracias a la libertad que me ofrece mi trabajo.
Hoy quería charlar contigo sobre lo valiosa que es la libertad y lo poco que la valoramos a veces. No sé si en algún momento te has parado a pensar… “¿Cómo? ¿Qué en cualquier momento puedo coger mi coche o un avión e irme a cualquier ciudad del mundo que tenga conexión a internet y puedo trabajar desde allí sin ningún tipo de problema?” Así es, sin trampa ni cartón.
Y no sólo puedo hacerlo yo, cualquier miembro de mi equipo puede hacerlo, porque una de las principales ventajas de trabajar bajo tus propias reglas es que no es necesario que estés 8h sentado en la silla de tu oficina, con 20 minutos de descanso, en los que las últimas 2-3 horas tu productividad baja de una manera considerable. Mismamente mientras te escribo esto, una persona de mi equipo está en Países Bajos, cumpliendo con sus tareas sin problemas y a la vez disfrutando del país.
Deja volar tu imaginación… Te despiertas en cualquier otra ciudad, la que sea. Estás disfrutando de 1 semana de desconexión de tu ambiente más cercano. Tú eliges el momento en el que enciendes el ordenador y pones tus tareas al día. Tú decides si quieres salir a disfrutar de esa nueva ciudad, de un café en la cafetería de la esquina, o si quieres ir a pegarte un chapuzón a la playa.
¿Qué me dices? ¿No es tentador? La libertad es mucho más que una palabra y su respectiva definición, y te aseguro por experiencia propia que siempre tendemos a infravalorarla.
Cuando de verdad saboreas la libertad y todo lo que te ofrece, tu mente cambia, y aprendes de verdad lo que significa y el valor que tiene.